Creo que tenía unos 9 años la primera vez que escuché una canción de Árbol. Debe haber sido, seguramente, Trenes, camiones y tractores de su disco GUAU, aunque no puedo estar segura.
Es una banda que solía reconocer cuando aparecía en la radio, pero que no buscaba activamente para escuchar. Pero tengo ese recuerdo: estar sentada en el sillón de mi casa, y por los parlantes, una canción de Árbol.
Hace un par de meses, algo cambió. Empecé a buscarlos, y a escucharlos. Creo que parte de eso fue porque llegó gente nueva a mi vida, y ellos hicieron que me empiece a gustar más la banda. Y entonces, en diciembre, una idea: ¿Y qué tal si vamos a ver a Árbol en vivo? La idea cobró forma y se transformó en un plan, viajar a Mar del Plata y ver el show que iban a dar el 6 de enero en el Vorterix de allá. Y casi sin darnos cuenta, ya estábamos viajando.
En la ruta, en los días anteriores, en cada momento, la banda comenzó a ser parte de nuestra aventura. Desde intentar armonizar al ritmo de Suerte, a darnos cuenta que comimos en el mismo lugar que los integrantes de Árbol, el mismo día, aunque no nos cruzamos. Así, hasta que llegó la noche del show.
El lugar tenía una combinación de escalones, niveles, sillas y espacio para estar parados. Fuimos rápidamente hacia adelante, luego lentamente hacia atrás cuando comenzó la banda telonera (una banda punk de Mar del Plata), y nuevamente hacia adelante una vez que finalizaron.
El show principal comenzó casi una hora y media más tarde de la hora indicada. Pero cuando empezó, fue una explosión de sonido. Árbol es una banda para todos. Desde mis papás, quienes me introdujeron a su música, jóvenes, hasta familias enteras. Y esto se ve en el público presente en el teatro.Y creo que nunca salté tanto, canté tanto, y llegué hasta meterme en pogos. La banda sonó excelente, los integrantes armonizaron perfectamente, y hubo grandes momentos, como cuando cantaron Ya lo sabemos, y todo el público debía susurrar la letra con ellos en lugar de cantar en voz alta. Esto logró que se sintiera como un show muy íntimo, y a la vez sentí que me estaban enseñando una lección de vida. Y también, en su espectacular versión a capella de JiJiJi, muy evocativa de ese mito urbano.
Fue una experiencia hermosa, tener a Árbol a un metro de distancia, mientras saltaba y cantaba con dos personas a las que quiero mucho. Ni me di cuenta del paso del tiempo, y siento que terminó demasiado rápido. Es que toda la adrenalina, el viajar del conurbano a la costa, viajar con ese objetivo de ver a una banda… nunca lo había hecho y, ¿saben qué? Espero que se me dé la oportunidad de volver. Porque ya estoy lista para seguir saltando.