El 15 de diciembre de 2022 se estrenó, en Argentina, la segunda parte del titán de James Cameron. Se trata de Avatar: El Camino del Agua, la secuela de una de las películas más taquilleras de todos los tiempos. 

Pude verla recién ahora, casi un mes después de su estreno. Tenía algunas reservas, ya que no soy muy fanática de la primera, pero aún así fui al cine. Ya saben, porque hay películas que hay que verlas en la pantalla grande.

Quiero empezar un poco por lo que me gustó. Visualmente, es una bestialidad. Paisajes increíbles, se amplía muchísimo la imagen de Pandora. Realmente es hermosa, si no novedosa, ya que utiliza muchos de los recursos que ya habíamos visto en la primera parte de esta aventura. También, me gustaron los últimos 40 minutos de la historia, y tiene algunos momentos de brillantez durante el desarrollo. 

Y me gustaría terminar mi reseña ahí, sin embargo, hay un pero. Creo que la historia no aguanta las 3 horas 13 minutos que dura, y termina volviéndose larga y repetitiva. Hay un momento en el que hasta uno de los personajes lo delata, y uno de sus diálogos es literalmente: “No puedo creer que estoy en esta situación otra vez”. Suena hasta cómico, aunque no sé si ese era el objetivo. 

Además, sufrí mucho la falta de desarrollo de personajes. En ningún momento los vi crecer, a no ser en los últimos 15 minutos de la película, lo cual me parece demasiado poco. Repetían los mismos errores una y otra vez, y nunca aprendían. Esto me pareció un poco frustrante. 

Por último, la historia en sí. Creo que la razón por la cual no aguanta la duración de toda la película es que es una historia que ya vi. De hecho, ya la vi en la primera película. Y por eso no terminó por engancharme. 

Creo que es una película que está diseñada para brillar por sus efectos especiales, y lo logra. Y si lo que James Cameron buscaba era otro éxito de taquilla, lo obtuvo: Está muy cerca de llegar a los 2000 millones de dólares. Y es obvio, pueden hacer una tercera, cuarta, y quinta película de la franquicia. Pero en cuanto a mí, no sé si voy a estar esperando tan ávidamente por su llegada.

Por Victoria Martin

Licenciada en Periodismo